Biblioteca y colección | |||||
Ya antes de la fundación del Instituto, Hirschfeld y el WhK coleccionaron objetos y obras "sobre la homosexualidad y ámbitos emparentados". La colección de libros del WhK se convierte, pues, en biblioteca del Instituto y la colección de objetos en la base del archivo o del museo de la sexualidad. En 1919 los miembros del WhK solicitan donaciones de libros y de dinero para hacer de la biblioteca una "central en dicho ámbito especial de la sexología". Ludwig Levy-Lenz escribe retrospectivamente sobre la biblioteca: «La biblioteca del Instituto era la librería mayor del mundo en lo que concierne a las ciencias de la sexualidad. No había casi ningún libro en el terreno sexológico y afines que no poseyéramos». No hay datos más precisos. La envergadura de la biblioteca es legendaria. 1 Ya en 1908 Hirschfeld escribe que quiere abrir un "museo de biología sexual" semejante al museo filogenético (es decir de la historia del desarrollo de las especies animales) de Ernst Haeckel en Jena. Así como en colecciones naturalistas los pellejos y las uñas, las pieles y los dientes testifican la existencia de especies, más tarde los objetos del placer serán ordenados en el archivo del Instituto según especies y subespecies. Los objetos, escritos y fotos deben probar la existencia de su especie. Como justificación de la variedad sexual de especies se colecciona todo lo que está en relación con lo sexual, desde los ídolos fálicos de Nueva Guinea 2 hasta el látigo medioeuropeo 5 . El administrador del archivo es Karl Giese (1924-1932), después Friedrich Hauptstein (1932-33), y por fin Erwin Lausch. El museo de la sexualidad se convirtió en una atracción mediante las visitas guiadas por Giese. El motivo es la información a los visitantes. En la presentación de los objetos hay un juego con lo extraño: lo mismo que en el museo de ciencias naturales los animales exóticos y las bestias impresionan en posturas peligrosas, los estadios intermedios 14 y los criminales sexuales 15 provocan - "tornados en inofensivos" - placer y terror. Con la misma ambivalencia se ilustran los libros y los ensayos con reproducciones, se organizan exposiciones, que además son utilizadas "con fines de exhibición y de enseñanza en cursos de iniciación y de perfeccionamento". Levy-Lenz en sus "Recuerdos de un médico sexólogo" [Erinnerungen eines Sexualarztes"] (1954): «En este archivo fueron reunidos también manuscritos inéditos, memorias, diarios de pacientes y toda la correspondencia de la Oficina de consulta a distancia por escrito. ... El museo del Instituto era una curiosidad única en el mundo. Aquí se podían ver entre otras cosas millares de fotografías, fotos de criminales sexuales, de neuróticos, de enfermos mentales, imágenes de costumbres sexuales desviadas, de perversidades, de instrumentos y herramientas correspondientes, imágenes históricas, carpetas enteras sobre burdeles de todas épocas y de todos países, fotos de prostituidas, de homosexuales, de travestidos, de lesbianas, de exhibicionistas, de sádicos, de masoquistas, de rufianes, de cleptómanos y mucho, mucho más... ¡En resumen, todo lo que aquí estaba compilado se parecía a un laberinto de pasiones y perdiciones humanas! Poseíamos una infinidad de objetos que habían servido de fetiches sexuales: una colección de cerca de cien pares de zapatos de mujeres en cabritilla con tacón alto y en todos colores, de botas, de las que algunas se ataban mucho más arriba del muslo. En la misma sala del museo se encontraba un armario de exposición con trenzas y broches para cabellos que un único cortador de trenzas había cortado y conservado. De un fetichista de ropa heredamos una selección de retales muy hermosos, delicados e íntimos, que fueron traídos entonces. Poseíamos en nuestro museo aparatos de autosatisfacción, desde el sencillo godemiché hasta vibradores eléctricos, especialmente uno en forma de triciclo con pedales. Una de las colecciones más extrañas era nuestra recopilación de herramientas abortivas que mujeres de todas las épocas y de todos los pueblos habían utilizado con el fin de abortar. Estadísticas precisas completaban la exposición, por las cuales las eminencias del mundo entero manifestaron interés. En una sala cerrada habíamos reunido un número impresionante de libros pornográficos que trataban en todos los idiomas del amor sano y mórbido, con ilustraciones y escritos, en prosa o en verso...»
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